El tema del cambio climático ha suscitado una amplia gama de opiniones públicas, que a menudo se sitúan en dos extremos opuestos. En un extremo están los negacionistas, algunos de ellos radicalmente escépticos, que niegan de manera sistemática la existencia del cambio climático. En el otro nos encontramos a los fundamentalistas, quienes aceptan sin reservas las proyecciones más extremas, en ocasiones apocalípticas, sobre el futuro climático. Pero ¿en qué punto se encuentra la realidad científica? En este breve artículo buscaremos establecer, de manera concisa, el estado actual de nuestra comprensión del cambio climático, señalando tanto las certezas como las incertidumbres, y los desafíos que enfrentamos.
Abordemos las certezas científicas. La temperatura global del planeta aumenta por la acción del hombre. La comunidad científica está de acuerdo en que la temperatura promedio de La Tierra ha estado aumentando de manera sostenida en las últimas décadas. Las evidencias de esta tendencia son sólidas y, lo más importante, son atribuibles a la acción del hombre, y no a causas naturales.
La acción del ser humano se resume de la siguiente manera: debido a las emisiones de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera, resultantes de la quema de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y sus derivados, estamos perturbando el curso natural del clima y generando un calentamiento antrópico de la atmósfera. Las consecuencias de este aumento de temperatura, que no es de origen natural, pueden ser potencialmente devastadoras.
La Figura 1 proporciona una ilustración gráfica que ejemplifica este fenómeno.
Figura 1: Evolución de la temperatura medias en el mar (serie azul) y en la tierra (serie roja), elaborado por el Instituto Goddard de la NASA estadounidense con medidas y análisis mensuales.
Las incertidumbres que rodean al cambio climático constituyen una fuente de controversias y afectan a su credibilidad y aceptación generalizada. En este sentido, la incertidumbre más significativa, y que podríamos considerar como fundamental, radica en la incapacidad para predecir el comportamiento humano en los próximos años. ¿Disminuirán las emisiones de dióxido de carbono (CO2)? ¿Continuarán al mismo ritmo que en la actualidad? ¿Se incrementarán debido a la industrialización de países emergentes?
¿Cómo podemos superar este obstáculo para realizar pronósticos más fiables? Mediante la creación de diversos escenarios alternativos según la evolución de las emisiones de CO2. Estos escenarios abarcan desde uno que es sumamente optimista, hasta otro que es extremadamente pesimista, incluyendo también opciones intermedias.
Una vez que se han establecido los escenarios a analizar, el foco se desplaza hacia la comunidad científica, que se enfrenta ahora a preguntas fundamentales como: ¿qué sucederá si las emisiones de CO2 siguen un ritmo X, Y o Z (según los escenarios previamente definidos)? Para responder a estas interrogantes, los científicos crean modelos climáticos, también llamados gemelos digitales. Estos modelos incorporan los múltiples factores conocidos que influyen en la evolución del clima, desde la atmósfera hasta los océanos, la superficie terrestre y los casquetes de hielo. Necesariamente hay que trabajar con modelos ya que no es posible realizar experimentos de laboratorio con el clima.
Sin embargo todos los modelos tienen sus limitaciones, y representan aproximaciones imperfectas de la realidad, lo que da lugar a una dispersión de resultados y las consecuentes incertidumbres en las proyecciones climáticas (ver figura 2). Un ejemplo destacado de los problemas a que se enfrenta la modelización son las nubes, cuyo papel en la evolución del clima es innegable, pero la física que rige su comportamiento sigue siendo tan compleja que, incluso en pleno siglo XXI, persisten dudas sobre cómo y en qué medida influirán en el futuro climático.
Figura 2: Diferentes respuestas de los modelos climáticos a la misma pregunta: ¿cuál es el calentamiento global si se dobla la concentración del CO2? Las respuestas varían entre +1.5ºC hasta +6ºC.
Otro aspecto que contribuye a generar incertidumbre es la limitación en la resolución espacial, una consecuencia indeseable del déficit de la capacidad de procesamiento que se dedica actualmente a la ejecución de los modelos climáticos. Se necesita mucha más. Esa falta de resolución dificulta la representación detallada de fenómenos climáticos, y entre otros efectos, acaba afectando negativamente a la capacidad de prever eventos extremos, que son los que tienen un impacto significativo en la población y requieren una planificación anticipada.
Un tercer nivel de incertidumbre es el generado por las proyecciones a escala regional. El aumento de la temperatura no se distribuye de manera uniforme en todo el mundo, y para una planificación efectiva a nivel nacional o regional, es fundamental contar con información localizada. Lamentablemente, la regionalización de los modelos climáticos globales a menudo se efectua de manera menos rigurosa científicamente, y se recurre a técnicas y métodos de cuestionable validez simplemente porque son más económicos en términos de capacidad de cómputo y, por ende, de costos. Esta falta de rigor puede tener consecuencias significativas en la toma de decisiones y en la preparación para los desafíos climáticos futuros.
Por último, es necesario destacar la incertidumbre que surge del uso incorrecto de los resultados científicos, ya sea por falta de comprensión o por intereses sesgados que varían según el público receptor de estas proyecciones.
Afortunadamente, la comunidad científica tiene clara su posición: reconoce lo que sabe, pero igualmente importante, reconoce lo que todavía no sabe. El reconocimiento de esos déficits marca el camino a seguir: hay que mejorar los modelos climáticos, hay que aumentar significativamente la capacidad de cómputo dedicada al estudio del cambio climático, y hay que realizar las regionalizaciones basándose en fundamentos científicos sólidos en lugar de soluciones económicas a corto plazo.
No debemos perder de vista que el cambio climático es, en última instancia, el resultado del comportamiento colectivo de la humanidad. En consecuencia, el papel de la sociedad en la evolución del clima es crítico, y tomar decisiones informadas basadas en la ciencia es fundamental para abordar este desafío global de manera efectiva.