La temporada seca transforma el fuego en una amenaza constante para la estabilidad de bosques, pastizales y zonas agrícolas. Esta vulnerabilidad se materializó con fuerza durante los primeros meses de 2024 en Colombia, donde el fenómeno de El Niño propició la pérdida de más de 100.000 hectáreas de cobertura vegetal, según registros oficiales.
Este tipo de eventos no deben analizarse únicamente como una pérdida ambiental aislada. La degradación de miles de hectáreas compromete directamente la biodiversidad, la calidad del suelo y la estabilidad productiva de las regiones afectadas.
Efectos en la fisiología de los cultivos y calidad del aire
La destrucción de la cobertura vegetal y la generación de humo tienen consecuencias directas en la agronomía y la salud. Mientras el fuego destruye la estructura del suelo, el humo generado tiene la capacidad de cubrir extensas regiones, tanto rurales como urbanas.
Para el sector agrícola, el humo y la caída de cenizas representan una alteración directa en el ciclo productivo. Existe una correlación física clara: la presencia de partículas en la atmósfera reduce la radiación solar disponible que llega a los cultivos. Menos radiación solar equivale a una tasa menor de fotosíntesis, lo que impacta negativamente la productividad final de la cosecha.

Simultáneamente, la dispersión de humo deteriora la calidad del aire, elevando los riesgos respiratorios en las comunidades aledañas. Mediante modelos de simulación de dispersión, hoy es posible anticipar qué regiones recibirán las mayores concentraciones de material particulado, un dato clave para la toma de decisiones en salud pública y agricultura.
Aplicación de inteligencia climática y monitoreo satelital
Frente a este escenario, la inteligencia climática aporta herramientas de precisión. En TWP procesamos datos satelitales y ejecutamos modelos meteorológicos de alta resolución para fortalecer los esquemas de vigilancia. El uso de imágenes térmicas permite la detección de focos de calor en tiempo casi real, habilitando una cadena de respuesta eficiente.

Modelación de variables críticas y mapas de riesgo
La vigilancia preventiva se sustenta en la integración de modelos meteorológicos que analizan variables determinantes para la propagación del fuego:
- Temperatura.
- Humedad.
- Viento.
El procesamiento conjunto de estas variables permite generar mapas de riesgo diario. Estos mapas señalan con precisión las zonas de alta susceptibilidad, indicando dónde es estratégico reforzar la vigilancia y los recursos de prevención.
Hacia una gestión basada en datos
El objetivo final es transitar de un modelo de reacción ante emergencias a uno de anticipación basada en datos. Mediante el monitoreo satelital y la modelización meteorológica, es posible impulsar una gestión agroambiental resiliente, diseñada para proteger los cultivos y anticipar riesgos operativos.
Asegurar la reducción de incendios se traduce, fundamentalmente, en mantener suelos fértiles, aire limpio y mayor seguridad para las comunidades rurales.
